20211020

Facebook puede ser una super-corporación muy rentable, pero en términos de imagen y marca está cada vez más moribundo. Como se señala en esta columna de opinión, está demasiado claro que Facebook, como producto, amplifica nuestros peores comportamientos (propósito para el cual, parcialmente, está diseñado), y en vez de asumir esto y distanciar al resto de sus recursos de la marca, su dirección parece empeñarse en hundirse con ella: “Facebook is a brand in crisis to an extent not seen in tech since they heyday of Microsoft during their antitrust trial. And this is actually far worse than that because the real world ramifications extend far greater. The “Big Tobacco” analogy may be overused here, but it really does feel apt in many ways. The poison is digital, but it’s still poison. The original cigarette makers didn’t set out thinking they were creating addictive death sticks. That came later… So what else can Zuckerberg do? Well, nothing. That sounds extreme but again, these problems are fundamental. They’re inherent to what Facebook, the social network, is. If anything, their PR strategy is just making this all so much worse.”

Estamos todos acostumbrados ya a tener en pocos dias (o incluso en 24 horas) las cosas que compramos online. Pero da escalofríos leer lo precario de las condiciones de los transportistas que lo hacen posible, lo maratoniano de sus jornadas, y los riesgos que se ven obligados a tomar en la carretera debido a los horarios.

En mi generación hemos interiorizado que además de tener un trabajo estable (lo cual ya es en muchas ocasiones es una fantasía), también hay que hacerlo en algo que nos motive, o  incluso que nos apasione, para considerar “bien invertida” la gran porción de tiempo vital que vamos a pasar trabajando.

Y esto en parte es positivo, pero también puede ser una estrategia para que aceptemos la precariedad y las horas extras sin remuneración como algo normal, especialmente en ámbitos creativos: “El deseo de tener un trabajo ‘guay’ y que nos apasione es un fenómeno particularmente moderno y burgués, y, como veremos, un modo de dotar a ciertos trabajos de una pátina de deseabilidad que hace que los trabajadores estén dispuestos a tolerar toda forma de explotación por el mero «honor» de desempeñarlo. La retórica del «haz lo que te gusta y no volverás a trabajar un solo día más en tu vida» es una trampa del desgaste. Al encubrir el trabajo con el lenguaje de la «pasión», se nos impide pensar en lo que hacemos como lo que realmente es: un trabajo, no la totalidad de nuestra vida.”

Ya lo comentaba en la recopilación de la semana pasada: es cuestión de tiempo que alguien fabricara robots al estilo de los simpáticos “perretes” de Boston Dynamics, y les pusiera un rifle de asalto/ametralladora encima. De momento sólo se ha podido ver este prototipo en una feria profesional, pero seguramente acabaremos viéndolos en los futuros conflictos bélicos.

Por otra parte, ya tenemos disponible un juego de rol de mesa escrito por una Inteligencia Artificial. Ahora sólo falta conseguir una IA que lo dirija haciendo de Game Master.

Y hablando de Inteligencias Artificiales, en esta columna de opinión se da un tironcillo de orejas al Cyberpunk como género de ficción, o al menos, en lo que ha derivado actualmente.

Un tema común en muchas historias es la “rebelión de los androides” sometidos a esclavitud. Pero como se apunta en el texto, siempre se trata con una cierta superficialidad muy simplista, donde parece que el mismo hecho de rebelarse ya soluciona la situación, cuando mirando a la historia humana sabemos que es mucho más complejo: “Los escritores, guionistas y departamentos creativos se han esforzado demasiado tiempo en el apartado tecnológico del futuro distópico, dejando de lado a su vez el apartado socio-económico y abandonando lo más fundamental: la lógica material en todo esto. La revolución androide no puede pasar por otro lado disntinto que por los mismos cauces que ha transcurrido la humanidad en sus diferentes revoluciones, excluyendo quizá el tema de la necesidad de vender sus fuerzas para sobrevivir -no necesitan agua o comida, simplemente energía para funcionar y para clonarse y repararse-. Tener en cuenta estos aspectos, el desarrollo de, por decirlo de manera suave, la lucha de clases en el campo androide, humano y en ambos a la vez, es una necesidad urgente del cyberpunk en concreto y de la Ci-Fi en general para renovarse.”  

Y hablando de Ciencia Ficción, hace unas semanas descubrí a Anne McCaffrey y su relato,”La nave que cantaba”, y aparte de lo bonito que es, me voló totalmente la cabeza que la autora adelantara en los 60 tantísimo de lo que ahora consideraríamos cyberpunk. Algo más sobre ella y esta serie de relatos en el articulo (ojo que hay spoilers hacia la parte final).

Jessie Frye vuelve con temas más personales y un toque un poco más “siniestro” en su synthwave habitual. Como siempre, recomendable.