Fue una sorpresa muy desagradable ver a un gobierno “progresista” enviar a la Brigada Antiterrorista (nada más y nada menos) para detener a 14 manifestantes (muchos de ellos investigadores científicos), en una protesta pacífica contra la inacción frente a la crisis climática.
El presunto “acto terrorista” fue, por lo visto, arrojar agua con remolacha a la fachada del congreso. Aunque mucho me temo que lo que se intenta con esto no es prevenir el terrorismo, sino enviar un mensaje claro: si se nos ocurre salir a la calle a cuestionar que los beneficios de las empresas estén por encima de nuestra supervivencia, acabaremos mal.
“Los planes del activismo -es decir, de una sociedad que decide rebelarse y se apoya en una ciencia con conciencia- consisten en ejercer la desobediencia civil y la acción directa no violenta. Los planes del sistema capitalista son otros. Defender los intereses de las empresas que se lucran achicharrando el planeta con sus emisiones de CO2, con la deforestación, con el extractivismo, con la explotación de los otros animales y la sobreexplotación de los territorios (aunque ello nos haya abocado al Antropoceno, la Sexta Extinción Masiva, que está provocando la pérdida de más de 27.000 especies al año, la destrucción de los ecosistemas o la proliferación de pandemias). Y defender a los gobiernos que son sus cómplices, directos o por omisión.”
Lo que no me sorprende es que, si existe gente de extrema derecha a la cabeza de una startup digital, el sector de actividad sean las criptomonedas. Este señor se llama Jesse Powell, es CEO de Kraken (un exchange de cripto), y se declara a favor de la “libertad radical de expresión” y del “debate diverso”.
Este “debate diverso” se refleja en conversaciones en el slack empresarial en las que Jesse y su círculo llegan a decir, por ejemplo, que el cerebro de las mujeres “funciona mal”, que a las mujeres de USA se les “ha lavado el cerebro”, que referirse a gente de raza negra como “n*gg*rs” tampoco es para tanto, o que los sin techo de San Francisco disfrutan “de muchos más derechos que la gente normal”. Mientras tanto, el propio Powell prohíbe a empleados elegir sus propios pronombres, o invita a abandonar la empresa a las personas que se atreven a señalar como racistas o misóginos sus comentarios.
En este tipo de señores blancos con afición a la criptomonedas se repite un curioso patrón: todos están radicalmente a favor de la libertad de expresión, excepto si es usada para contradecirles. En este otro caso, Elon Musk ha despedido fulminantemente a los empleados de SpaceX que firmaron un comunicado en el que le pedían que dejara de ser “una distracción y vergüenza” constantes que pone en peligro la misión y objetivos de la empresa. ¿Será que estos “librepensadores” son, más bien, apasionados del autoritarismo?
Al menos, la debacle de las criptomonedas y los altos precios de la energía también están teniendo un efecto positivo: los criptomineros abandonan poco a poco sus actividades, y las emisiones de CO2 a la atmósfera se reducen de golpe en el orden de toneladas.
“La caída del Bitcoin, sumada a los altos precios de la energía, ha hecho que los beneficios de los mineros de todas las criptomonedas bajen. Están apagando criptogranjas enteras (…) Esta caída de consumo equivale a dejar de arrojar a la atmósfera miles de toneladas de CO2 al día. Según Digiconomist, que analiza la energía que utilizan las redes de Bitcoin y Ethereum y su huella de carbono, el descenso combinado de ambas equivale a apagar un país como Austria. “La reducción de las emisiones globales de carbono podría ser de 110.000 toneladas métricas de CO2 al día, casi tanto como la reducción global de CO2 de los vehículos eléctricos”, destacan.”
También hay otro tipo de negocios tech. Este artículo nos cuenta el curioso caso de Todd Moore, que con un reducido equipo de 5 personas gana dinero distribuyendo ruido de fondo relajante vía plataformas de streaming o con su propia app (White Noise).
Y para casos curiosos, este local japonés de Ramen parece más bien un nivel de Minecraft. Desde luego pinta bien, aunque no sé si será muy cómodo sentarse en esos taburetes “pixelados”.
También se sitúa en Japón la más reciente adaptación de mi queridísimo manga Ghost in the Shell (en este caso: Ghost in the Shell SAC_2045). Siempre es grato pasar un rato más con los personajes de la Sección 9, y quizá hacia el final de la nueva temporada hay alguna idea interesante, o que recupera un poco el tono filosófico tan clásico de GITS. Pero básicamente, estoy de acuerdo lo expone este artículo. La serie carece de vida, y se queda en una especie de agonizante “estirar el chicle”: un reboot de un reboot de otro reboot de una adaptación.
Un tema recurrente en Ghost in the Shell es cómo la tecnología adquiere capacidades que superan lo humano. El Floppotron 3.0 de Paweł Zadrożniak no llegará a tanto, pero desde luego me parece todo un hito tecnológico y musical.
Debido a que durante el fin de semana estaré de viaje, no habrá recopilación el próximo 29 de Junio. ¡Nos vemos la semana del 4 al 10 de Julio!