20211104

En la búsqueda de posibles mundos habitados de vida inteligente (o al menos, igual de poco inteligente que la de aquí), la ciencia ha pasado de la estrategia de escuchar, a la de buscar activamente indicios o “huellas” que puedan revelar posibles desarrollos tecnológicos alienígenas: “What about the equivalent observable signals of deliberate, technological activity – technosignatures? Humans alter Earth in a million ways without deliberately intending to tell the cosmos that we are here. We spew pollutants, belch factory heat during the day, and light up our cities at night. We can’t help it, any more than bacteria can help emitting methane. By extension, any advanced aliens could be expected to visibly alter their planet as an inevitable byproduct of creating a manufactured, industrial civilisation.”

Aunque, llevando este principio un paso más adelante, hay académicos que afirman que lo que tenemos que esforzarnos más en anunciar nuestra existencia al resto del universo, ¡y hacer que valga la pena responder!: “If Vakoch is right, listening alone won’t do the trick. Making our mark with air pollution and city lights won’t cut it, either. The only way to join the Galactic Club is to take control of our own technosignature and announce loud and clear: ‘We’re here – and we’ve got something really amazing to tell you if you respond.’

Mientras, en nuestro planeta, lo que cuesta encontrar son algunas frutas y verduras en los supermercados de UK. Para no tener estantes vacíos, los supermercados de allí están optando por poner cartones con fotos de la comida que debería haber (naranjas o espárragos): si esto no es distopía ballardiana, que me registren.

Aunque, a corto plazo, hasta lo de colocar cartones con fotos de naranjas tiene los días contados. La rotura de stock también llega al papel y cartón, que está escaseando en las imprentas europeas y que está poniendo muy difícil la campaña de navidad a editoriales pequeñas (y también a alguna grande).

Relacionada con la rotura de stock que ya afecta a casi todos los sectores, y en buena parte causándola, se sitúa la crisis de precios del mercado de energía europeo. Aunque los expertos dicen que la situación es temporal, lo cierto es que los operadores del mercado europeo están realizando simulacros para ensayar una posible desconexión de varias zonas europeas del sistema común de precio. Así que deben de venir curvas.

Ya se ha comentado por aquí en varias ocasiones que el considerar los algoritmos de inteligencia artificial como “neutrales” es pura fantasía: en ellos se vierten, como no puede ser de otra manera, los sesgos de las personas que los construyen, y los sesgos sociales de los datos con lo que se les entrenan.

Además de este problema, que con la voluntad adecuada puede irse mitigando poco a poco, igual de importante es el desconocimiento por parte de la ciudadanía del número de algoritmos y sistemas por los que se nos criba y que afectan a nuestro día a día: “A pesar de que estados y empresas los utilizan de forma recurrente, la opacidad es el denominador común en esta área. Prácticamente es misión imposible que un ciudadano sepa cuándo está siendo sometido al cribado de un algoritmo, qué factores tiene este en cuenta y si hay algún criterio ético que controle su funcionamiento. En este sentido, la entidad Eticas Foundation ha querido arrojar un poco de luz y ha puesto en marcha el Observatorio de Algoritmos con Impacto Social (OASI), que reúne y analiza el impacto social de más de cincuenta algoritmos en todo el mundo. En el caso de la administración española, analiza tres sistemas que se aplican de forma casi desconocida para la mayoría de población y un cuarto que se aplica solo en Catalunya: todos ellos podrían llegar a perpetuar la discriminación socieconómica y la vigilancia del estado.”

Me parece de vértigo la velocidad a la que el capitalismo es capaz de productivizar una obra de ficción que está escrita con la clara intención de criticarlo. Lo que le ha pasado al Juego del Calamar ha sido en semanas lo que le pasó al punk-rock en años: “It’s disturbing, though, exactly how rapidly a show that is an explicit critique of capitalism becomes commodified by it. Amazon and Walmart’s website are both selling dozens of unofficial Squid Game costumes through third-party sellers, a practice that Amazon mostly uses to line its own profits. These companies may (like Netflix) be the targets of Squid Game’s criticism, but that ultimately doesn’t matter. “

Aunque por suerte, hay cosas que en lo artístico seguramente seguirán en los márgenes, y CY_BORG es una de ellas.

El kickstarter de la versión cyberpunk del juego de rol sueco Mork Börg se lanza la semana que viene, y promete ser tan heavy como su predecesor: “The 160 page book for the sci-fi roleplaying game will see the players becoming cyberpunk outcasts who are dedicated to tearing down the systems of corporate capitalism and corrupt police departments, as well as fringe groups causing senseless violence such as street gangs and cults.”

Viendo los nuevos capitulos del anime Yakuza Amo de Casa, he indagado un poco más sobre el grupo responsable de la sintonía principal. Uchikubigokumon-doukoukai son una banda cañera y ecléctica, con un peculiar sentido del humor y con una bajista de ¡62 años! (aunque parezca tener 30 menos).