Como se cuenta en este artículo, si repasamos algunas de las cosas que nos están pasando (rotura de stock de microchips, escasez de gas natural y subida de precios, pandemia, eventos climáticos graves y más frecuentes), queda la sensación de que, como civilización, estamos saliendo de una fase de abundancia material y de crecimiento.
En las siguientes décadas, la nueva fase consistirá en decrecimiento y en escasez: quizá sea la única forma de hacer compatible nuestra presencia en el planeta en una realidad con límites, que durante tanto tiempo hemos decidido ignorar: “Hemos pasado el verano de nuestra civilización, en el que todo iba cada vez a más y mejor, en el que la abundancia material fue la norma. Como la cigarra de la fábula, no hemos aprovechado la bonanza del verano para hacer acopio para los malos tiempos. Ahora se acerca el otoño de la civilización.”
Frente a estos desafíos climáticos, de suministro de materiales, y de potenciales pandemias futuras, está claro que si la humanidad se sigue refugiando en nacionalismos y rivalidades geopolíticas entre bloques, nos pondremos las cosas todavía más difíciles a nosotros mismos: “COVID-19 is a warning. The next pandemic could be more lethal and less susceptible to vaccines. We cannot wait for the world to cast aside nationalism and geopolitical rivalries. Try as we might to fix the world order, we must prepare to deal with pandemics in one that remains broken.”
Entre las investigaciones internas de Facebook que ha filtrado Wall Street Journal, están las que tenían como foco la salud mental de los jovenes que usan Instagram. Los resultados hallados internamente por Facebook eran claros: Instagram y su naturaleza adictiva puede causar problemas de depresión, dismorfia corporal, o bulimia, especialmente en adolescentes. Las acciones por parte de la dirección de Facebook tras conocer estos resultados fue la de siempre: quitarles importancia, y seguir con el business as usual.
Aunque la Ley Rider ya es una realidad, algunas de las plataformas también están intentando seguir con su business as usual (es decir, sin contratar a sus empleados) con distintas estrategias de dudosa eficacia: “El Tribunal Supremo dejó bien claro que es irrelevante que el trabajador tenga ciertas libertades en el desempeño de su labor; lo que importa a la hora de establecer una relación laboral, en el fondo, es a quién pertenece la herramienta digital. Mientras Glovo sea el dueño de la aplicación y de su algoritmo, que es el medio para poner en contacto a clientes y repartidores y calcular las tarifas de entrega (aunque se puedan modificar ligeramente), hay subordinación y, por lo tanto, relación laboral.”
Con cosas como las anteriores, cada vez más empleados tecnológicos están cuestionándose seguir trabajando en empresas que exhiben comportamientos cpoco éticos. Hasta ahora los sectores “tradicionales” donde más ocurría esto eran la banca y las apuestas online, pero plataformas sociales o de envio a domicilio se están ganando a pulso que les pase lo mismo.
Si la tecnología que hace posibles los Deepfakes ya va de camino de destruir el vídeo como prueba documental, es natural esperar que a la voz le vaya a pasar lo mismo. Lo curioso es que quizá en el futuro, veamos a celebrities alquilar su “patrón de voz” para que una IA pueda recrear su aparición en eventos, música, o anuncios, sin tener que realizar las grabaciones propiamente dichas: “Celebrity applications of voice clones are likely to be the most prominent in the next few years, with companies hoping the famous will want to boost their income with minimal effort by cloning and renting out their voices. One company, Veritone, launched just such a service earlier this year, saying it would let influencers, athletes, and actors license their AI voice for things like endorsements and radio idents, without ever having to go into a studio.”
A ver, ¿de verdad esto no es un módulo de Mothership o de Cultos Innombrables? Un millonario, una maestra entrenada para ser astronauta, una superviviente de cáncer, y un ingeniero ex-militar son seleccionados por un polémico magnate de Silicon Valley para subir a órbita en una nave totalmente automatizada. ¿Quizás para investigar un oscuro secreto cósmico? Esto se escribe solo.
Si alguien podía versionar a King Crimson en clave de Jazz, tenían que ser Tony Levin y su hermano. Espectacular.