Nos reíamos mucho de la idea de “memoria genética” planteada de forma torticera en algunas películas de ciencia-ficción (“Alien Resurrection” es la primera que me viene a la cabeza al respecto), pero si realmente estos neurocientíficos han podido “transferir” un recuerdo de un caracol a otro mediante ARN (que aún no está claro), es que tenemos todavía mucho que averiguar sobre cómo funciona la memoria: “The results, said Glanzman, suggest that memories may be stored within the nucleus of neurons, where RNA is synthesized and can act on DNA to turn genes on and off. He said he thought memory storage involved these epigenetic changes — changes in the activity of genes and not in the DNA sequences that make up those genes — that are mediated by RNA. (..) Ryan knows Glanzman and trusts his work. He said he believes the data in the new paper. But he doesn’t think the behavior of the snails, or the cells, proves that RNA is transferring memories. He said he doesn’t understand how RNA, which works on a time scale of minutes to hours, could be causing memory recall that is almost instantaneous, or how RNA could connect numerous parts of the brain, like the auditory and visual systems, that are involved in more complex memories.”
A través de este artículo de 2016 (un poco viejo ya, pero sirve igual) me entero de que parte de la ciencia-ficción que he disfrutado es más bien “sistemas-ficción”: una exploración literaria de los sistemas que hacen funcionar nuestra sociedad (economía, política, género, ciencia, religión), sus virtudes y problemas, y cómo podemos hacerlos evolucionar para seguir progresando: “The systems novel is ultimately a space for ambitious thinkers, the ones who want to weave complex thoughts into a tastier parcel than some impenetrable academic tome. The dramatic kick in a systems novel is usually found in the points where the different systems overlap: tackling climate change isn’t all about physics, it also about unpicking the economics of a carbon-driven economy, for example.”
Si vamos a salir de ésta, va a ser porque todas y todos nos vacunemos, y por nada más. Las vacunas ya están funcionando y algunas evidencias de sus beneficios se recogen en este artículo: “La acción de los sueros ya se dejan ver en tres de los colectivos más golpeados por la pandemia y que han sido prioritarios en la estrategia: residencias de ancianos; mayores de 80 años, que ya constituyen menos de la mitad de los fallecimientos y los sanitarios, cuyos contagios bajan un 13% más que en el resto”
Gracias a este artículo descubro la floreciente escena de las fiestas psicodélicas (o “shroom parties”) de Estados Unidos, que ha surgido desde que comenzó la pandemia. El cambio de paradigma más llamativo es, quizá, percibir las drogas psicodélicas más como parte del “self-care personal” (!) que como fiesta y disfrute: “”Maybe snorting your therapy sounded silly until the pandemic pushed our sanity to the brink; in quarantine, 13.3 percent of American adults started using substances or ramped up existing habits. My friends in New York have picked up ketamine like a cozy new hobby akin to knitting.”
Esto, junto al historial terapéutico que ya tenían algunas drogas psicodélicas, y los cambios de legislación para liberalizar su uso clínico, quizá den lugar a un futuro mucho más ligérsico: “Now, psychedelic therapy is roaring back: Oregon’s legal psilocybin therapy clinics will open in 2023 — the same year the FDA is expected to approve MDMA for therapeutic use, according to MAPS, the organization backing the clinical trials. Soon, maybe you’ll visit your local psychedelic clinic for post-COVID trauma and grab a ketamine lollipop on your way out. Or book a stay at a ketamine resort in Colorado or weed hotel in Arizona for your next family trip (Mom would really love that).”
Ya nos podemos ir olvidando de los guantes de VR noventeros a lo Johnny Mnemonic: este prototipo de pulsera (que podría llevar cualquier smartwatch) de una Universidad de Zurich puede detectar los distintos perfiles de vibración generados en huesos y músculos por las pulsaciones de nuestros dedos, y procesarlas para controlar un teclado virtual (o un piano virtual , o un lo-que-sea-virtual): “The prototype embeds several acceleration sensors in a normal rubber wristband. These sensors detect when the hand touches a surface and which finger the person has used. The researchers found that their novel sensor design can detect tiny differences in the vibration profile on the wrist in order to differentiate between each characteristic finger movement. A custom machine learning pipeline the researchers developed processes the collected data in real time. In combination with the camera system built into a set of VR glasses, which captures the position of the hands, TapID generates extremely precise input.”
Y en Snapchat no estaban muertos: estaban de parranda. Bueno, si por parranda entendemos diseñando nuevos dispositivos hardwares como unas gafas de Realidad Aumentada y un Dron, dirigidos principalmente para desarrollar nuevas aplicaciones: “the new Spectacles will be meant for developers and creators, rather than consumers — though you could probably argue that, at $380, the Spectacles 3 are already mostly limited to that market as well. As the article points out, though, the intention is likely to have the developers make lenses and experiences that consumers will use at some point in the future.”
Aunque si no te llega el presupuesto para unas gafas AR de snapchat, siempre puedes construirte estas “Arduglasses” para molar.
Internet tiene cosas maravillosas, y una de ellas ha sido rescatar para el mundo esta bizarrísima versión soviética para TV de El Señor de los Anillos producida allá por 1990. Aunque no he sido capaz de encontrar subtítulos en inglés, la puedes ver aquí.
The Strike consiguen ser una banda indie actual pero a la vez capturar todo lo bonito de una banda pop de los 80. Buena parte de la culpa la tienen esas líneas de saxo, sin duda.