20220512

Está pasando una cosa curiosa, y quizá preocupante. Las consecuencias del desastre climático ya no son terreno exclusivo de la ciencia-ficción: ahora también comienzan a asomar en las novelas realistas o en las comedia costumbristas. Quizá es que, simplemente, ya no es algo que pertenezca a un escenario futuro: es algo que tenemos encima.

“Ecological disaster and long-term fallout are no longer rare or surprising, and they’re not limited to specific parts of the planet. One-third of Americans said they were affected by extreme weather events in the past two years, and 2022 has already brought fire and floods. Those are climate change’s most obvious consequences, but its daily effects are subtle, creeping into our everyday lives. They’re showing up as rising food prices and rampant spring windstorms. Our changing planet is stressing our relationships and limiting our choices in the short and long term.”

“And that’s showing up in fiction. An increasing number of writers are weaving climate change into their domestic dramas or their comedies of errors as an unavoidable part of life today or in the very near future.”

Este artículo hace un muy buen análisis del “oligopolio” (concentración en unos pocos y gigantes grupos empresariales) en el que ha evolucionado la cultura popular. Especialmente revelador es el caso del cine, donde apenas hay grandes producciones que no sean remakes, reboots, o continuaciones de grandes franquicias establecidas.

Una de las explicaciones es que la gente que hace cosas “raras” e innovadoras tiene a su alcance más medios que nunca para auto-editarlas y promocionarlas de forma independiente,  y las grandes productoras prefieren poner el dinero en producciones seguras y que serán rentables. Pero nosotros como audiencia también hemos forzado esta situación: ante una proliferación tan gigante de oferta cultural, nuestro cerebro prefiere ahorrarse la carga cognitiva de descubrir, valorar, y elegir cosas nuevas, y elige terrenos conocidos para no “trabajar” tanto.

“As options multiply, choosing gets harder. You can’t possibly evaluate everything, so you start relying on cues like “this movie has Tom Hanks in it” or “I liked Red Dead Redemption, so I’ll probably like Red Dead Redemption II,” which makes you less and less likely to pick something unfamiliar.”

“Another way to think about it: more opportunities means higher opportunity costs, which could lead to lower risk tolerance. When the only way to watch a movie is to go pick one of the seven playing at your local AMC, you might take a chance on something new. But when you’ve got a million movies to pick from, picking a safe, familiar option seems more sensible than gambling on an original.”

Tras la hecatombe cripto de esta semana, si encontráis alguien que todavía defienda que esto no es una burbuja especulativa, y que inventos de bombero como las “stablecoins” son buenas ideas, es que quiere auto-engañarse o quiere engañarnos. Bueno, o que ha metido a su propio país en un berenjenal mucho peor del que ya estaba.

Me parece muy acertado este artículo cuando señala que los fans de lo cripto se quejan de que el mundo financiero está trucado (verdad), pero que lejos de querer hacerlo más justo para todo el mundo, simplemente sueñan con reinventarlo para que el trucaje les de ventaja a ellos:

“Diehard crypto supporters see automated digital finance as a way to prevent the next recession. The reason most crypto evangelists want this level of automation is because they believe the global financial system is rigged. They don’t want to make it more fair or less rigged, they just want to create a new, automated system that they have first mover’s advantage on. The problem is that automated finance is actually a terrible idea. No one can be trusted with our money and so we should let a series of internet protocols and pieces of code thoughtlessly manage it for us, the thinkings goes. Except, here we are, with crypto traders desperately lending out Bitcoins to bail out their sketchy algorithmic bank which they can’t turn off or pause because it’s completely automated.”

La apuesta de fabricantes como Apple, Google, o Amazon va cada vez más por el “ambient computing”, a saber: que nuestro ordenador personal (o sea, el smartphone) no esté sólo en nuestro bolsillo, si no que lo tengamos a todo nuestro alrededor.

Dejando aparte valorar lo que supondrá esto para nuestra ya maltratada privacidad, lo cierto es que como se cuenta en esta columna, para lograr esto Google tendrá que desprenderse de una cultura interna donde tradicionalmente cada proyecto va a su aire, y comenzar a pensar productos en conjunto.

Todavía no tengo en las manos esta nueva revista sobre videojuegos, pero con el elenco de ilustradoras e ilustradores que han elegido para este primer número, va a ser difícil resistirse.

Frente a los procesos actuales de reciclaje de smartphones, muy ineficientes y basados en el triturado, este prototipo de robot de Apple que desmonta iPhones apunta a la dirección correcta para intentar conseguir una producción más sostenible.

Pero los robots no sólo desmontan y reciclan, también pintan e inauguran exposiciones. Está a debate si esto se puede llamar “arte” o se les puede llamar “artistas”, pero desde luego nuestro presente ya es muy ciberpunki.

Y no sabemos si los robots de ahora serán artistas, pero este tema de Tove Lo y el espectacular videoclip del que va acompañado apuesta con toda seguridad a que serán capaces de amar (y de bailar).