Lo último del mundillo de la cripto-especulación ha sido que el co-creador de Vine programa un generador de tesoros para juegos de rol (sin stats, ni imagenes, ni nada más), genera 8000 “loots” (o conjuntos de estos items en texto) verificables por blockchain, y en una semana se ha generado un mercado de 180 millones de dólares. La valoración media de estos loots (que son, al final, 5 o 6 lineas de texto que no llegan a 100 palabras) está como mínimo a 50.000$ la pieza, si no el doble o el triple.
Mucha gente quiere ver en esto un interés palpable por un “metaverso” a la Ready Player One, donde los diferentes universos virtuales de videojuegos puedan unirse con un protocolo común y una forma verificable de trasladar personajes y equipo de uno a otro. Podría ser eso, o también que los inversores de criptomonedas buscan desesperadamente un pelotazo tras otro.
Mientras tanto, otra cara de la economía digital es que en medio de uno de los peores temporales e inundaciones que ha visto la ciudad de Nueva York, las plataformas de reparto empujaran a sus riders a salir a hacer repartos con la promesa de ganar más dinero. O lo que es peor, que en unas condiciones así, los consumidores pidamos comida a domicilio a través de una app, como si la cosa no fuera con nosotros: “In New York City, delivery couriers who survive on meager wages often are incentivized to work during rain and snow storms because gig companies offer the lucrative bonuses and incentives, an organizer at Los Deliverstas Unidos, a grassroots network of immigrant food delivery workers in New York City, told Motherboard. While the conditions during Wednesday evening’s tropical storm were exceptional, the reasons delivery workers braved life-threatening conditions continued to be the promise of higher than usual earnings. “
La estrategia que ha seguido Australia para hacer frente al COVID (confinamientos estrictos y cortos en cuanto aparecían los primeros casos) sin duda ha dado buenos resultados en cuanto a frenar hospitalizaciones y muertes.
Sin embargo, la inversión en vacunas y su posterior despliegue en el país no ha sido tan brillante, y algunas iniciativas de apps promovidas en algunas regiones parecen más idea del Gobierno de China que de una democracia moderna: “And the government of South Australia, one of the country’s six states, developed and is now testing an app as Orwellian as any in the free world to enforce its quarantine rules. Returning travelers quarantining at home will be forced to download an app that combines facial recognition and geolocation. The state will text them at random times, and thereafter they will have 15 minutes to take a picture of their face in the location where they are supposed to be. Should they fail, the local police department will be sent to follow up in person.”
El próximo trabajo del neurocientífico Anil Seth pinta a nuestro cerebro como una máquina de predecir muy evolucionada que necesita “alucinar” el yo consciente y el mundo a su alrededor para poder funcionar. Aunque, personalmente, la entrevista tampoco me transmite que el autor tenga ninguna certeza al respecto: “One pivotal one in your argument about the how and why of consciousness is the idea that “I predict myself, therefore I am”. What is the “I” in that sentence? It’s a collection of perceptual predictions. It’s a playful sentence. The “I” is deliberately ambiguous there – it says there is an experience arising of me being a single unified individual, with all these different attributes: memories, emotional bonds, experiences of body. For this piece of flesh and blood here, they seem to be unified – at least if I don’t reflect on it too much.”
Ya es oficial: la escasez de microchips va para largo, o al menos eso dice Toshiba. Es más complicado de lo que parece, y participan muchos factores: una bajada de demanda durante la pandemia, que obligó a reestructurar la producción, una fuerte subida de la demanda antes de lo esperado, unido a las limitaciones de extracción de tierras raras, entre otras cosas. El caso es que quizá esto sea uno de los primeros indicios de que el ritmo de producción y consumo actuales no es tan sostenible como parece.
¿Cómo he podido estar tanto tiempo sin haber visto “Calles de Fuego”? Sin tener ni rastro de tecnología ni de ordenadores, creo que esta película de los 80 que nos pinta unos 50 anacronísticos, oscuros, y sobre todo muy rock’on’roll, quizá haya influido tanto como los libros de William Gibson en la estética cyberpunk que conocemos. Al menos, la influencia en el juego de rol de mesa de Cyberpunk 2020 es patente: el famoso Johnny Silverhand es básicamente un Tom Cody con ciberimplantes.
Y hablando de cine y de William Gibson, el famoso guión que el padrino del Cyberpunk escribió para Alien 3 y que nunca llegó a producirse, va a llegar dentro de poco en forma de novela. Pero la noticia es que no es el guión que ya ha aparecido adaptado al cómic, si no otra versión al parecer distinta que Gibson escribió como alternativa a su propuesta para Alien 3.
Y Amon Tobin, como siempre, no parece querer terminar su fase hiperactiva, con multitud de lanzamientos bajo varios alias. Se viene nuevo disco “oficial” (es decir, bajo su nombre), y tiene pintaza.